domingo, 13 de diciembre de 2009

... DESDE EL OTRO LADO

“Separados por la vida.
Reunidos por la muerte.”

Así reza la inscripción de otra
lágrima, vertida a finales del 2006. Y de igual forma, ahora también lo hace la de esta.
Ambas fueron arrancadas por el omnipresente recuerdo de una gran persona, con un corazón todavía más grande. De la cual y muy a mi pesar, he tenido que despedirme. Aunque en realidad nunca tuve ocasión de hacerlo personalmente.

Ahora, una carta guarda todo aquello que no dije a tiempo y que me atormentaba el alma. Por desgracia, hay cosas que un trozo de papel no puede transmitir. Pero había que intentarlo.
De alma a alma, de este lado al otro, van dirigidas: mis palabras, mis pensamientos, mis sufrimientos, mis remordimientos, mis deseos y mis lágrimas.
Espero que los dioses intervengan, para que esta misiva llegue hasta “La playa de Omaha”

No tengo nada tan seguro en este mundo, como la certeza de que un día, mi vida completará su ciclo, y Caronte
me llevara hasta esos brazos, que hace tanto que no me rodean.

Mientras no llega mi momento, el turquesa será su color y Nuala, su nombre.


Por momentos, parecía que formaba parte del paisaje. Siempre en el mismo sitio, con la mirada perdida en el horizonte, como si de una estatua de sal se tratara. Era, como si observara algo que solo ella pudiera ver.
- Me relaja ver que no viene el barquero. Respondía Nuala, cada vez que alguien le preguntaba.

La playa de Omaha” entre los acantilados, recibía este nombre en honor al fatídico “Dia D” en el que miles de almas arribaron en este arenal.
Ese era el lugar elegido para que los nuevos pobladores hicieran el primer contacto con su nueva tierra. Les esperaba una existencia tranquila, sin más sobresaltos que las continuas idas y venidas de aquel pequeño bote que los había traido…

Sin embargo, Nuala no deseaba la llegada de sus seres queridos. Se pasaba los días en lo alto de los acantilados escrutando el horizonte y deseando que el barquero no regresara. Pero Caronte siempre volvía. Y a su llegada, bajaba corriendo a la playa para comprobar que “el nuevo”, no era uno de los suyos.

Por supuesto que tenia ganas de verlos, pero sabía que aún era muy pronto. Solo hacía 3
haab’s y medio de su llegada. Y a pesar de eso, fueron muchos los conocidos que la siguieran hasta allí, en tan poco tiempo. Aunque por suerte, faltaban los más importantes. Y con ellos siempre en mente, se le hacia un nudo en el estomago cada vez que avistaba la barca de Caronte en la lejanía.

Aun recordaba el día de su llegada. Como olvidarlo!!
Su madre la esperaba en la playa, con el agua por la cintura. No sabia nadar, de lo contrario estaba segura de que se habría adentrado más. Los habitantes de la zona tenían prohibido meterse en el agua. Esos eran los dominios del barquero. Siempre al servicio de los recién llegados.
La arena estaba abarrotada de caras conocidas, que la esperaban. Familiares y amigos la recibieron con amarga alegría en sus corazones.

En este tiempo Nuala había aprendido mucho de su nuevo entorno, junto a su madre. Pero los cambios de ciclo seguían siendo tan complicados y dolorosos como los recordaba del otro lado. La angustia del pasado se había invertido, ya que ahora, era ella madre ausente.
- ¡Te acostumbraras! - le decía cada día su madre, en la intimidad de un abrazo. Pero todavía era pronto…

Pocos soles antes de completarse el cuarto haab de su desembarco, observó algo flotando en el agua desde la tranquilidad de su eterno acantilado. Se acerco al borde del abismo, intentado descifrar su naturaleza, pero resultaba imposible desde tan lejos.
Mientras la multitud se arremolinaba en la arena para saludar “al nuevo”, aprovechó el alboroto para adentrarse en el agua y rescatar el misterioso objeto. Caronte fue el único que se percató de su osadía, pero sentía una extraña mezcla de cariño y curiosidad por aquella misteriosa mujer, siempre pendiente de sus idas y venidas. Tenía la sensación de que alguien se preocupaba por él desde la distancia. Era una sensación agradable y familiar, casi enterrada por tempestades y tormentas a lo largo de demasiados lustros. Y por ello, la dejó hacer.

El misterioso objeto resultó ser una botella. Y en su interior, un viejo papel descolorido por el sol. Como si de los últimos pensamientos de un náufrago se tratara.
Una vez abierto el recipiente, y extraída la misiva, Nuala leyó y releyó durante horas sus líneas, desdibujadas por la humedad de la mar, sin alcanzar a controlar sus lágrimas.
Pronto cayó en la cuenta. Eso era lo que la había impulsado a permanecer todo este tiempo en los acantilados: noticias de los suyos, desde el otro lado.

297X420mm
Grafito y l. acuarelable sobre cartulina.
2009