domingo, 26 de enero de 2014

EL SECRETO DE JULIET

Aquí y ahora abro un paréntesis
en este extraño mundo carmesí
construido a medida de mis fantasmas.
En este impasse no encontrareis lágrimas,
ni grafito, ni tan siquiera las tintas
que últimamente me roban el mundo
sin que presente resistencia al hurto.
Aprovecharé este pequeño momento intemporal
para intentar cambiar la norma
que siempre ha regido estos menesteres.
 Aunque en el fondo del agujero
al que pronto nos asomaremos,
no hallareis si no un poco
que diría el maestro Cho

Llevo todo un año trabajando en algo
que ahora paladeareis en tan solo un bocado.
Todo un año para un solo trago.
No parece justo, no parece compensar el trabajo.
Aquí y ahora, sentado junto a mis quebrantos,
esos que me esfuerzo por condensar en caracteres,
tengo que hacer un esfuerzo inerte
para convencerme de que si lo merece.
Hay otros momentos en que todo es más sencillo;
cuando la energía fluye creando un nuevo camino,
cuando todo es nuevo y el alma no me pesa por la mañana
mientras el mundo se despierta al alba.
Cuando un hombro amigo responde a mis súplicas
y se sienta a mi lado para buscar juntos una salida
a ese gran enigma que me inquieta y me roba la vida.
Pero este no es uno de esos momentos, aquí y ahora.

Han sido tiempos difíciles.
Aún tengo bajo las uñas, restos de piel
de tanto rascarme el alma
para arrancarme este fantasma.

Espero que lo disfrutéis.
Cierro paréntesis


Aquella tarde entró nuevamente en escena,
como un alma llevada por su propia pena.
Sembrando el caos y la destrucción a su paso,
con envestidas dignas del guerrero más bravo,
arrasado por la desesperación, totalmente descontrolado.
Con los ojos permanentemente inyectados en sangre,
descalzo por tierra de nadie, cubierto de andrajos,
lleno de manchas de pintura reseca y descolorida,
La vista perdida en las profundidades de sus propias pupilas,
buscando lo que solo existía en su mente marchita.

Tiempo ha en que su persona era referente entre los suyos,
contagiando a cuantos le rodeaban de tranquila serenidad,
continuamente pendiente de su gente y familia.
A pesar de lo cual, llevaba una vida tranquila y solitaria,
tan solo acompañado por los personajes de sus historias,
a los que impregnaba de vida aun a costa de la suya propia.
A cambio, estos llenaban su estudio de sonrisas,
animadas conversaciones y lejanos ecos de vida,
convirtiendo su día a día en un continuo contraste
de esperanzas que nunca llegaban a materializarse.

La última incursión devastó cuanta compostura
yacía en aquel improvisado campo de justas.
El tablero de trabajo volcado contra la pared,
la mesita donde continuamente ardían velas
como ofrenda a las musas, totalmente deshecha.
Los cirios se apagaron con la fuerza del golpe,
salpicando lágrimas de cera incandescente.
Cientos de hojas cubrían el suelo, repletas de bocetos,
que intentaban dar forma a una única imagen,
aunque esta se resistía a ser llevado al papel.

Siempre le era complicado arrancarse del alma
algún fantasma del pasado, para que le susurrara
al oído en mitad de la noche recuerdos del corazón.
Pero hasta el momento siempre lo había logrado.
Le gustaba especialmente el mágico impasse,
en que una idea se convertía en algo tangible.
Sentado ante su destartalado tablero,
intentando verse el alma al fondo de las retinas,
a la espera de que las musas hicieran su salida,
iluminando su rostro con aquella mágica sonrisa.

Pero ahora la frustración le consumía por dentro,
ante la reticencia de las musas a poseerlo.
Al destrozar los pocos enseres que resistían enteros,
lanzó una pesada caja de cartón contra la puerta,
prendido en ira e impotencia a partes iguales.
Miles de diminutos clavos cubrieron la alfombra de papeles
con un estruendo tan ensordecedor como estridente.
El preciado objeto había sido rescatado de la basura,
con el honorable propósito de hacer “algo interesante”,
algo, tan solo a la altura de un tesoro como aquel.

Sobre él calló el cansancio acumulado de toda una vida,
al tiempo que el ensordecedor estruendo se diluía.
Sacó del bolsillo una destartalada caja de cerillas
y encendió una, haciendo acopio de toda su energía.
Se acercó a un charco de disolvente, derramado sobre la tarima,
y tras vacilar un instante ante la presente disyuntiva,
tomó una de las velas arrinconadas en la esquina
que nuevamente ofreció a sus musas con gratitud terminal.
Dibujando al fin en su cara marchita
aquella mágica sonrisa iniciadora de vida.




Es invierno en mi ventana
y la musa mas cercana
está haciendo el amor en otra cama.

1800x1000mm
Clavos sobre tablero.
2014