Aquí y ahora abro un
paréntesis
en este extraño mundo
carmesí
construido a medida de mis
fantasmas.
En este impasse no
encontrareis lágrimas,
ni grafito, ni tan
siquiera las tintas
que últimamente me roban
el mundo
sin que presente
resistencia al hurto.
Aprovecharé este pequeño
momento intemporal
para intentar cambiar la
norma
que siempre ha regido
estos menesteres.
Aunque en el fondo del agujero
al que pronto nos
asomaremos,
no hallareis si no un poco
que diría el maestro Cho
Llevo todo un año
trabajando en algo
que ahora paladeareis en
tan solo un bocado.
Todo un año para un solo
trago.
No parece justo, no parece
compensar el trabajo.
Aquí y ahora, sentado
junto a mis quebrantos,
esos que me esfuerzo por
condensar en caracteres,
tengo que hacer un esfuerzo
inerte
para convencerme de que si
lo merece.
Hay otros momentos en que
todo es más sencillo;
cuando la energía fluye
creando un nuevo camino,
cuando todo es nuevo y el
alma no me pesa por la mañana
mientras el mundo se
despierta al alba.
Cuando un hombro amigo
responde a mis súplicas
y se sienta a mi lado para
buscar juntos una salida
a ese gran enigma que me
inquieta y me roba la vida.
Pero este no es uno de
esos momentos, aquí y ahora.
Han sido tiempos difíciles.
Aún tengo bajo las uñas,
restos de piel
de tanto rascarme el alma
para arrancarme este
fantasma.
Espero que lo disfrutéis.
Cierro paréntesis
Aquella tarde entró
nuevamente en escena,
como un alma llevada por
su propia pena.
Sembrando el caos y la destrucción
a su paso,
con envestidas dignas del
guerrero más bravo,
arrasado por la
desesperación, totalmente descontrolado.
Con los ojos
permanentemente inyectados en sangre,
descalzo por tierra de
nadie, cubierto de andrajos,
lleno de manchas de
pintura reseca y descolorida,
La vista perdida en las
profundidades de sus propias pupilas,
buscando lo que solo
existía en su mente marchita.
Tiempo ha en que su
persona era referente entre los suyos,
contagiando a cuantos le
rodeaban de tranquila serenidad,
continuamente pendiente de
su gente y familia.
A pesar de lo cual,
llevaba una vida tranquila y solitaria,
tan solo acompañado por
los personajes de sus historias,
a los que impregnaba de
vida aun a costa de la suya propia.
A cambio, estos llenaban su
estudio de sonrisas,
animadas conversaciones y
lejanos ecos de vida,
convirtiendo su día a día
en un continuo contraste
de esperanzas que nunca
llegaban a materializarse.
La última incursión
devastó cuanta compostura
yacía en aquel improvisado
campo de justas.
El tablero de trabajo
volcado contra la pared,
la mesita donde
continuamente ardían velas
como ofrenda a las musas,
totalmente deshecha.
Los cirios se apagaron con
la fuerza del golpe,
salpicando lágrimas de
cera incandescente.
Cientos de hojas cubrían
el suelo, repletas de bocetos,
que intentaban dar forma a
una única imagen,
aunque esta se resistía a
ser llevado al papel.
Siempre le era complicado
arrancarse del alma
algún fantasma del pasado,
para que le susurrara
al oído en mitad de la
noche recuerdos del corazón.
Pero hasta el momento
siempre lo había logrado.
Le gustaba especialmente
el mágico impasse,
en que una idea se
convertía en algo tangible.
Sentado ante su
destartalado tablero,
intentando verse el alma al
fondo de las retinas,
a la espera de que las
musas hicieran su salida,
iluminando su rostro con
aquella mágica sonrisa.
Pero ahora la frustración
le consumía por dentro,
ante la reticencia de las
musas a poseerlo.
Al destrozar los pocos
enseres que resistían enteros,
lanzó una pesada caja de
cartón contra la puerta,
prendido en ira e
impotencia a partes iguales.
Miles de diminutos clavos
cubrieron la alfombra de papeles
con un estruendo tan
ensordecedor como estridente.
El preciado objeto había
sido rescatado de la basura,
con el honorable propósito
de hacer “algo interesante”,
algo, tan solo a la altura
de un tesoro como aquel.
Sobre él calló el
cansancio acumulado de toda una vida,
al tiempo que el
ensordecedor estruendo se diluía.
Sacó del bolsillo una
destartalada caja de cerillas
y encendió una, haciendo
acopio de toda su energía.
Se acercó a un charco de
disolvente, derramado sobre la tarima,
y tras vacilar un instante
ante la presente disyuntiva,
tomó una de las velas
arrinconadas en la esquina
que nuevamente ofreció a
sus musas con gratitud terminal.
Dibujando al fin en su
cara marchita
aquella mágica sonrisa
iniciadora de vida.
Es invierno en mi ventana
y la musa mas cercana
está haciendo el amor en otra cama.
1800x1000mm
Clavos sobre tablero.
2014